Ahora que empieza a hacer buen tiempo, salir con los niños a disfrutar de la naturaleza es el mejor regalo que podemos hacerles. Te contamos los beneficios que tiene para ellos realizar actividades en contacto con el medio ambiente.
¿De dónde salen los tomates? ¡De las latas!, podría responder nuestro hijo. Cada vez estamos más desconectados del medio ambiente y para muchos niños su único contacto con la naturaleza son las plantas de casa, los árboles del parque o los animales del zoo.
Ahora que empieza el buen tiempo es el momento perfecto para planificar actividades en la naturaleza con nuestros hijos. Ya solamente con pasar tiempo al aire libre y alejados de las pantallas saldrán beneficiados, pero encima el contacto con el medio ambiente tiene una serie de beneficios para el desarrollo infantil.
Es una experiencia completa
Los niños pasan más tiempo del que deberían en entornos controlados. Por la mañana en el colegio, por la tarde en actividades extraescolares, el parque o en casa. Sin embargo, en la naturaleza los estímulos se multiplican, entra en juego lo imprevisto. Los peques tienen que asumir pequeños riesgos y verse expuestos a situaciones en las que tendrán que tomar decisiones.
Por poner un ejemplo. Algo tan sencillo como subirse a un árbol en comparación con un módulo para escalar de cualquier parque. En el primer caso, el niño tiene que crear su propia estrategia (decidir por dónde subir, ayudarse con una piedra), entra en contacto con la textura de la rama del árbol, tiene que calcular si va a soportar su peso, puede encontrarse con algún bichito, que le de miedo la subida…
Sin embargo, en un parque la experiencia es mucho más pobre: no requiere estrategia, no hay mucha estimulación sensorial y el suelo de goma amortiguará cualquier pequeño accidente, por lo que los niños no aprenden una valiosa lección: las caídas duelen.
Concentración y memoria
Según los expertos, existe una estrecha conexión entre la atención y la memoria. Cuando conseguimos despertar el interés por la naturaleza de los niños, ellos observarán el entorno con mucha atención, lo que activará la parte del cerebro encargada de la memoria.
Si tu hijo es de los que se dispersan o simplemente no le llama la atención el campo, te proponemos algunas ideas para que la experiencia sea más interesante:
- Despierta los sentidos: Programa una ruta campestre “slow” en la que lo importante no sea llegar a un punto concreto sino disfrutar del camino. Invita a tu hijo a que guarde silencio e intente adivinar a qué corresponde uno de los sonidos que escuchará. Mójate los pies en el agua del río, toca una planta aromática y percibe su olor en tus manos, asómate a un mirador para observar hasta donde alcance la vista… Cuantas más experiencias sensoriales experimenten los niños más enriquecedora será la salida.
- Centra su atención: Puedes proponerle convertirse en naturalista por un día y realizar un registro de las plantas o los animales que se encuentre a lo largo del paseo. Puede ser mediante anotaciones, fotografías o bien con dibujos, como lo hacían los científicos del pasado. Una vez en casa, podemos seguir fomentando su curiosidad por el medio natural identificando las especies registradas, sus características, a qué familia pertenecen…
- Actividades de orientación: Con los niños más mayorcitos se pueden trabajar conceptos como la orientación espacial, por ejemplo proporcionándoles un mapa y dejándoles que nos hagan de guía, identificar dónde están los puntos cardinales con ayuda de una brújula o aprender el sistema de colores que se usa en el campo para señalizar los senderos.
Beneficios emocionales
Se ha demostrado que los niños de entornos rurales y los que tienen contacto frecuente con la naturaleza son más seguros y autónomos que los niños que pasan la vida del cole a casa y de casa al cole y los fines de semana pegados a las pantallas.
Los niños, al moverse libremente, exploran sus posibilidades y eso les proporciona seguridad y confianza. Cuando consiguen un reto importante como trepar un árbol o terminar una ruta aumentan su autoestima.
Además, en la naturaleza hay que poner en práctica la tolerancia a la frustración porque las cosas no siempre son como uno quiere: hay que lidiar con los imprevistos como que se ponga a llover, el cansancio o una caída.
Conciencia medioambiental
En contacto con la naturaleza, los niños aprenden a respetarla y cuidarla. A la orilla del río podemos explicarles la importancia de reciclar correctamente para que nuestros desperdicios no acaben contaminando ese entorno tan bonito.
También podemos explicarles la importancia de cuidar la calidad del aire, por ejemplo utilizando el transporte público o la bicicleta, para mantener el aire siempre tan limpio como el que respiramos cuando vamos de excursión.